miércoles, 6 de agosto de 2014

El síntoma físico no se hizo esperar

Qué felicidad me ha causado el saber que mi hija mayor ya encontró su gran amor y su parejo de vida. He estado muy contenta y agradecida con Dios y la vida por esta bendición tan especial.

Tuve la oportunidad de viajar hace unos meses y conocer a esta especial persona, por la cual orábamos en familia sin conocerlo, para que estuviera creciendo en una familia que le pudiera dar todo el amor y educación que un niño necesita para poder volverse un buen ser humano, un buen marido y padre cuando la vida cruzara su camino con el de nuestra hija. El es encantador, sensible, responsable, trabajador y adora a mi hija, qué más se puede pedir?

 A raíz de esta tan positiva situación pude constatar nuevamente cómo definitivamente nos encontramos viviendo nuestras vidas en una dimensión de polaridades y opuestos.

Hace cuatro días, en la madrugada, todavía me encontraba medio dormida en mi cama. Me acuerdo que quise "cambiar" de posición pasando la pierna derecha por encima de la izquierda cuando sentí un fuerte corrientazo en la pantorrilla derecha. Me quedó un fuerte dolor neurálgico que incluso me impedía apoyar el pie para caminar, en el momento que salí de la cama para comenzar el día. No pude ir a mi clase de yoga temprano y me quedé descansando en la cama, pensando que mejoraría si dejaba reposar la pierna un tiempo.

 Para resumir lo sucedido: esa tarde, a pesar de mi dolor de la pierna, me fui con mis hijos a la finca de una amiga, a pasar el fin de semana. Los preparativos los logré hacer con la ayuda de la señora que me colabora en la casa, cada paso que daba era muy doloroso.

 Como siempre que tengo un síntoma físico, comencé a reflexionar qué emoción podría yo estar reprimiendo, como para que mi cuerpo tuviera que asumir y producir este tipo de síntoma. Fácilmente asocié mi síntoma del dolor en la pantorrilla derecha con mi dificultad de aceptar el cambio que habrá en mi vida, una vez se haya casado mi hija mayor. Reflexioné sobre el tema, pero sin entrar mucho en las emociones que me evocaba esta dificultad, debido también a que no había tenido el tiempo para eso.

 En la finca conversé amenamente con mi amiga, me cuidé hasta dónde pude esa primera tarde y al siguiente te día amanecí bastante mejor. Pude caminar y me dio la sensación, que el moverme, me hacía bien. Estuve en la piscina y jugué al "bobito" con mi amiga e hija, olvidándome totalmente del asunto de mi pierna. Ese día culminó con un largo paseo al atardecer por los alrededores de la casa. Amanecí perfectamente, aproveché la linda mañana tomando sol junto a la piscina. Nuestros planes eran de regresar después de un "brunch" a Bogotá, para que no nos cogiera el tránsito de regreso.

Aprovechamos bien los alimentos que nos sobraban y disfrutamos de un delicioso "brunch". Comenzamos a limpiar cocina y a alistarnos para nuestra partida. Me acuerdo que yo estaba parada junto al lavaplatos, esperando mi turno para lavar mi utensilios, cuando quise "cambiar" el peso de la pierna izquierda a la derecha. Nuevamente sentí el mismo corrientazo por la pierna, dejándome con mucho dolor en la pantorrilla de nuevo. Me sentí muy decepcionada, pues había pensado que ya había superado el tema y había vuelto a quedar bien de mi pierna.

Esos pequeños y a la vez profundos momentos humanos

Hoy por la tarde hice algunas compras en el supermercado y al terminar escogí al azar cualquiera de las cajas de pago e hice la fila. Frente a mi sólo había una persona y cuando llegó mi turno saludé con sorpresa a Myriam, la señora cajera, pues hacía tiempos que no la veía. Al verme, enseguida me contó muy sorprendida y con alegría, que hacía algunos minutos atrás, sin saber por qué, se había acordado de mi!

Le respondí que me alegraba mucho que ella hubiera pensado en mi, sin motivo especial, porque realmente me causaba esa emoción que alguien que no me conoce mucho, se acuerde de mi!

En los próximos minutos que nos demoramos pasando y registrando mis compras, pude notar que Myriam también estaba conmovida por cómo se había dado este encuentro. Nos alcanzamos a mirar a los ojos un par de veces y nos dimos cuenta que a ambas se nos habían humedecido y expresaban una emoción genuina de calidez.

Este tipo de episodios me tocan muy profundamente porque de alguna  forma me ponen en contacto con lo que la otra persona y yo tenemos en común, nuestra verdadera naturaleza humana....